Divertimentos -- Prólogo
A mí me dieron una palmada de aliento más de una vez, cuando terminaba -no sé por que artes- un libro. Ahora entiendo la razón. Estas reflexiones tienen que ver con los "Divertimentos" de Guadalupe Azuara con esa vieja práctica de buscar a un amigo para dar una pequeña introducción que induzca al lector a aventurarse en esa arcaica y aún bella costumbre de leer.
La cercanía con sus textos -los de Azuara- nace de un minitaller literario que hará cosa de dos años (¿tres?) se dio en un rincón prestado de la Biblioteca "José Martí", y esto pudiera ser un pretexto para pre-textar su trabajo. Pero no, la disciplina propia del taller implica la distancia entre la emotividad de la amistad y el propio valor del trabajo literario.
Siendo como es, que tanto los cuentos brevísimos como los poemínimos son un alarde de precisión y quizá de un equilibrio dinámico del poder de la síntesis, es admirable recrearse en esa línea divisoria que esta novel escritora nos ofrece.
La economía de palabras siempre ha sido la medicina más amarga de aquél que se arriesga a pergeñar renglones o párrafos poéticos o narrativos. Dónde acentuar un efecto con un adjetivo adecuado. Dónde eliminarlo. Dónde arriesgarse con un neologismo. Problemas éstos de cualquier tipo de escritor; pero que adquiere características "dramáticas" en el que practica este difícil arte de lo mínimo minimórum.
Y si no, allí están los grandes Maestros Latinoamericanos: Vallejo y Valadés con los seguidores -que no epígonos- de estos subgéneros. Me atrevo a hablar de ambos subgéneros, porque en Guadalupe campea una línea divisoria tan sutil e intangible que a veces uno no se da cuenta en dónde anda transitando. ¡Qué bueno! Porque en estos universales y difíciles tiempos, los géneros y los subgéneros se cruzan y entrecruzan de tal manera, que los lectores avispados son los que realmente se gozan de tales avatares.
Hablo de los lectores que les gusta participar -y muy activos- en la intimidad del libro, que no necesariamente del autor. Condición necesaria para ser cómplices de Guadalupe Azuara en su erótico Acto de Amor, la recreación en el acto de escribir en su Amante, o la innovación de los pasajes clásicos como en su Prometeo.
Yo ya inicié, ahora le toca a usted definir.
Mario De Lille, 1995.