EL MENSAJE
por José Francisco Pérez Alvarez
Macuspana, Tabasco.
Trascendió la noticia de que Dios vendría a hablar en estos días. De inmediato, todo se transformó en actividad, por la venida del Señor.
Los católicos prepararon misas y procesiones, organizando a los creyentes y lanzando loas en la liturgia. Los protestantes desinfectaron los templos, e incluso, hubo alguno que empleó el tiempo comprado en la estación de radio local, para anunciar la noticia que todo el mundo conocía ya: Dios vendría a hablar en estos días.
Las diversas facciones de los distintos partidos políticos organizaron sus marchas; algunos marchando a favor, otros en contra, la mayoría sin saber por qué marchaban, pero al fín y al cabo, todos marchando.
No faltó el inteligente comerciante que, haciendo gala del aprovechamiento de las aperturas económicas, sacó a la venta gorras, bolsas y camisetas, con la leyenda: "Dios viene. ¡escucha!". Incluso, los trámites de exportación de estos productos, ya estaban muy avanzados. Lógicamente, pagando los impuestos arancelarios correspondientes; que eso es lo bueno del Tratado: que hay que tratar con todo. Y tratándose de que Dios vendría a hablar en estos días, nada se dejó al azar.
Se mandó a traer el micrófono que usaba el Papa, para que Dios pudiese hablar a la multitud; pues tratándose de un acto santo, no podía correrse el riesgo de exponer al Señor, con un micrófono cualquiera, que pudiera haber sido usado por una persona que padeciera cólera, Sida o algún otro de los apocalípticos males que azotan a la humanidad en estos días. ¡No! ¡Hasta el micrófono debía ser santo!
Cabe destacar aquí que, cierta clase de rumores empezó a circular en todas partes del mundo. Se hablaba de que una bebida gaseosa, de renombre internacional, había pagado los derechos para hacerse llamar: "El refresco oficial del Mensaje Celestial", en complicidad con algunas máximas autoridades del Vaticano, las cuales tenían en su poder millones de micrófonos iguales a los que usaría Dios, y que pensaban sacarlos a la venta después del evento. Claro, debidamente bendecidos, y cada uno con su respectiva autentificación firmada por Su Santidad: el Papa en turno.
Volviendo al meollo del asunto, el día del mensaje se acercaba y la tensión crecía.
Debido a que todos los grandes emporios de comunicaciones se peleaban por transmitir el acontecimiento, se llegó a un acuerdo salomónico: se les cobraron los derechos a todas las estaciones, y asunto arreglado.
Algunos de ustedes han de pensar que estoy olvidando algunos puntos importantes: por ejemplo, el punto de vista de las diferentes religiones del mundo.
La verdad sea dicha, aunque parezca extraño, el mundo Islámico se mantuvo en silencio y expectante ante lo que ocurría. Los Judíos ni siquiera pensaban en eso, preocupados por la calma y el silencio en el mundo árabe; no fuera que se tratara de un ardid para acabar con Israel.
Mientras que Budistas, Hinduístas y demás religiones, ya estaban acostumbrados a los continuos espectáculos del circo romano. Por lo tanto, sólo vieron en el asunto otro show más.
El caso es que, para no hacer tan largo el cuento, se decidió utilizar el recinto de las Naciones Unidas como escenario del mensaje. Como para darle un toque más democrático al asunto.
Hasta aquí, no creo que haya mucho en qué profundizar. El día del Mensaje, decidí pasar la jornada lo más inconscientemente posible. Peor, pobre de mí, ignorante de la naturaleza humana: todos los parroquianos del bar donde decidí emborracharme, no hacían más que especular sobre todo lo que les he platicado.
Ocupé el lugar más oscuro de la barra, y al parecer, otro tipo había pensado lo mismo: Un tipo bien vestido, creo que de buena cuna. Bueno, lo que la gente acostumbra decir "decente".
Pasamos la víspera del mensaje, trago tras trago, escuchando las opiniones tán lógicas que se dan en un bar. Nuestras miradas se encontraban de vez en cuando, pero nada más. Ninguno de los dos queríamos hablar, y mucho menos de lo mismo que escuchábamos.
Recuerdo que, casi al borde del Delirium Tremens, mi amigo, el tipo decente, volteó hacia mí, y de sus ojos semicerrados se escapó una lágrima. Se veía ridículo llorando, y cuando estaba a punto de reírme, comprendí cómo debería lucir yo para haberlo hecho llorar así.
Me tomó del brazo y me dijo:
"Tranquilo, mi amigo. Este buen mundo cristiano.. nunca conocí a un hombre que hiciera cosas por la gente y al que no ahorcaran, quemaran u odiaran por ello. Es la naturaleza humana. Dos mil años de cristiandad y.. ¡mira al mundo!. No señor, ya no sirve de nada ayudar a alguien, si uno quiere vivir en paz".No dijo más. Se durmió tranquilamente sobre la barra. Cuando desperté al día siguiente, sobre la misma barra, no lo encontré. Había pagado mi cuenta.
Debo decir que no escuché el mensaje. Según me contaron, fue todo un éxito. Aunque no tardaron en aparecer rumores sobre la supuesta suplantación de la voz de Dios, que todo había sido un fraude. En fín, la verdad, ya no importa.
Lo que no puedo olvidar es que yo no escuché el mensaje porque estaba ebrio, si es que hubo mensaje.
El mundo tampoco escuchó. ¿Estaría borracho?
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