EL PELIGRO DE ESTAR VIVO
por José Francisco Pérez Alvarez
Macuspana, Tabasco.

Hoy nuevamente me he dado cuenta de la maravillosa fluídez de la Vida.

Aunque he llegado al punto de que ya nada me espanta, aun continúo maravillándome con respecto a la forma que opera el Universo.

Hoy en día, a mis 32 años, después de pasar por adicciones al alcohol, a la cocaína, intentos frustrados de suicidio, constantes pensamientos de quitarme la vida, de haber hecho trampas al poker, de haber defraudado a los que hayan creído en mí, de haber críticado hasta el cansancio, de haber juzgado indiscriminadamente, de haber condenado hasta a los inocentes y de haberme quejado hasta de mis quejas; ¡coño!, doy gracias porque sobreviví a todo esto. Pero más que nada, doy gracias por haberme sobrevivido a mí mismo.

Ahora puedo ver hacia atrás y observar al monstruo que habitaba en mí y que tanto daño hizo, tanto a mí como a los demás. Y lo mejor, puedo verlo y perdonarlo porque no era más que un pobre esperpento asustado de vivir, de afrontar el peligro de estar vivo.

Del peligro de levantarse cada mañana y encarar el reto de seguir viviendo, de tomar decisiones libres y actuar en consecuencia, porque eso es lo más jodidamente difícil: tomar decisiones libremente y aceptar la responsabilidad de las mismas.

Aún me muero de risa al decir esa pendejada de: “Tan felíz que era yo cuando era un infelíz”. Claro, antes todo estaba hecho ya; sólo tenía que responder a mis pendejas programaciones, seguir mis estúpidos impulsos de actuar a favor o en contra de algo o de alguien, bajo la respuesta que me proporcionaban todos mis pinches recuerdos y medias verdades que habían acabado por adueñarse de mi.

Hoy en día puedo hacer frente a todo y salir airoso... hasta cuando las cosas no me salen como esperaba. Hoy en día puedo darme el lujo de ver, oír y vivir las cosas de los que hacen lo mismo que yo hice ayer. Pero hasta ahí nomás, como mero observador porque me resulta “intramuscular” como diría mi hermano Chamanito.

Hoy en día me puedo quedar fuera de los mismo juegos que durante tanto tiempo jugué, y simplemente, dar vuelta cuando me aburra, sorprendido de que no me afecte si alguien me critica, me juzga, me condena, se queja de mí o sencillamente habla mal de mí.

Y como diría mi cumpa Carrillo: “¡A la chingada todo! y el que quiera sufrir, ¡que sufra!".
Hoy puedo quedarme sentado, tomándome un café (bueno, varios) con mi cumpa Ramón Rebollo mientras escuchamos las canciones más chingonas y tengo mil orgasmos auditivos, y acabar diciéndole, sinceramente emocionado, que ya nos podemos morir y morir satisfechos porque hemos gozado las pendejadas más recontraultrachingonas de estar vivos.

Hoy puedo darme el lujo de tratar con un alcalde estúpido, un diputado podrido y/o cualquier cabrón encumbrado que se cree la mamá de Tarzán por ocupar sitios privilegiados en el status social, y sencillamente, pasar de lado porque sólo veo seres cagados de miedo y actuando en base a sus temores.

Hoy me regodeo de estar alcanzando el éxito en mi trabajo y que me vaya tan estupendamente que aún no me la acabo de creer, y sin que medie por ello en dinero, ni el poder, ni el status, sino simplemente, el hecho de hacer bien lo que hago y que mis acciones repercutan lo mas positivamente en la eternidad.

Hoy, más que nunca, me siento tan agradecido por todas las pendejadas que cometí porque me trajeron hasta aquí; y agradecido porque lo mejor de mi historia aun estoy por escribirlo.

Claro, no fue fácil, pero nadie nos prometió que fuera asi. Ese es el peligro de estar vivo...porque cuando uno está vivo hay que vivir y eso cuesta.

Y citando a uno de los hombres a quien quiero profundamente, a Fito, me gusta pensar "que aún estoy mal, pero voy bien".

Gracias a todos los que hicieron posible esto (parece discurso de agradecimiento del Oscar).

Gracias al Espíritu.

Gracias al Intento y gracias a la Vida, que se manifiestan a diario en la gente que quiero, en aquella por la que no siento nada, en la que trato y en la que no trato.

Gracias.



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