LA PRUEBA
por José Francisco Pérez Alvarez
Macuspana, Tabasco.

Xhenbo, el niño, se detuvo en mitad del campo, en mitad de la noche, en mitad de la oscuridad; al igual que lo habìan hecho su padre, su abuelo y todos los hombres de su aldea.

Tenía un deber que cumplir. Una de las leyes de su pueblo ordenaba que todo individuo, al llegar a la mayoría de edad, tenía que realizar esa tarea. Sólo asi, dejarìa de ser niño para convertirse en hombre.

Xhenbo, el niño, parado en mitad de la oscura noche del campo, recordaba lo que su padre le había dicho mientras arriaban las reses al corral comunal de la aldea para que pasaran la noche protegidas de la amenaza de las fieras:

"Debes encontrar a la peor bestia de todas y vencerla" le había indicado el viejo Lomombo, "Lo único que te ayudará serà tu valor y no esa lanza y ese escudo que te empeñas en llevar".

Su padre no quiso hablarle de la bestia y esto era lo que preocupaba al niño Xhenbo; no sabía a qué se íba a enfrentar.

Lo único que el viejo Lomombo le recalcaba era que debía permanecer en mitad del campo, en mitad de la oscuridad de la noche; la bestia iría sola a su encuentro. Pero llevaba rato ahí y no pasaba nada. Sólo escuchaba el viento rozando la alta hierba, y aunque estaba nervioso, trataba de mantener la calma, tal y como su padre le había aconsejado.

En esos momentos, pensaba lo que todo hombre debe pensar. Pero él no era un hombre, todavía no. Permaneciò sentado, con la lanza preparada y el corazón inquieto, atento a todos los sonidos. De repente cruzó por su mente el regresar a la aldea...

La luna continuo su recorrido y todo ocurrió.

La bestia llegò; la oyó venir, escuchó su sigiloso caminar entre la maleza, olió su tufo de animal salvaje que la descubría.

Xhenbo se puso de pie, tenso. La sangre le palpitaba en las sienes, tan ruda y estrepitosamente como el corazón quería salirsele y amenazaba con detenerse por la sobre carga de adrenalina.

Vió la silueta de la bestia. Preparó su lanza y cuando estaba a punto de embestirla, el tenue reflejo de la luna iluminó al animal salvaje: parecía como si estuviera viendo su rostro en el agua; la bestia tenía su misma cara, su cuerpo y lo amenazaba con una lanza igual a la que el tenía.

Por un instante que pareció eterno no supo que hacer. Se quedó observando el rostro distorsionado por el miedo y la rabia con que la bestia trataba de amedrentarlo. Esa bestia que era igual a él: la peor bestia de todas.

La voz de su padre resurgió en lo profundo del pecho de Xhenbo: "Debes encontrar a la peor bestia de todas y vencerla. La lanza no te servirá, solo tu valor."

Xhenbo el niño, descubrió todo. Su miedo se evaporó. No había nada que hacer. La bestia no podía hacerle daño. Dio vuelta y se alejó escuchando los gruñidos de la peor bestia de todas. La abandonó en mitad de aquel campo, en mitad de la noche, en mitad de la oscuridad.

Xhenbo, el hombre, regresó a su aldea.



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