Aguanta Un Poco Más
enviado por Lucila Lagunes P.
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Hubo en Inglaterra una pareja que gustaba de visitar las pequeñas tiendas del centro de Londres.
Al entrar en una de ellas se quedaron prendados de una hermosa tacita.
-¿Me permite ver esa taza?- preguntó la señora, -¡nunca he visto nada tan fino!-
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En las manos de la señora, la taza comenzó a contar su historia:
"Debe Ud. saber que yo no siempre he sido la taza que está sosteniendo; hace mucho tiempo yo era
sólo un poco de barro, pero un artesano me tomó entre sus manos y me fue dando forma.
Llegó el momento en que me
desesperé y le grité: ¡Por favor, ya déjame en paz! pero mi amo sólo me sonrió y me dijo:
-¡Aguanta un poco más!
todavía no es tiempo".
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"Después me puso en un horno; ¡nunca había sentido tanto calor! golpeé la puerta del horno y a través de
la ventanilla pude leer los labios de mi amo que me decía:
-¡Aguanta un poco más! todavía no es tiempo."
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"Cuando por fin abrió la puerta, mi artesano me puso en un estante. Pero, apenas me había refrescado,
me comenzó a raspar y a lijar; ¡no sé cómo no acabó conmigo!. Me daba vueltas y me miraba de arriba a abajo. Por último,
me aplicó meticulosamente varias pinturas: ¡sentía que me ahogaba! ¡Por favor, déjame en paz! le gritaba a mi artesano.
Pero él sólo me decía:
-¡Aguanta un poco más! todavía no es tiempo."
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"Cuando pensé que ya todo había terminado, ¡me metió en otro horno mucho más caliente que el primero!
Ahora sí pensé que terminaba con mi vida. Rogué e imploré a mi artesano que me respetara, que me sacara, que si se
había vuelto loco. Grité y lloré, pero mi artesano sólo me decía:
-¡Aguanta un poco más! todavía no es tiempo."
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"Me pregunté entonces si había esperanza de lograr sobrevivir aquellos maltratos y abandonos. Pero por alguna
razón, aguanté todo aquello. Fue entonces que se abrió la puerta y mi artesano me tomó cariñosamente, llevándome a un lugar
muy diferente.
¡Era precioso! allí todas las tazas eran maravillosas, verdaderas obras de arte; resplandecían como sólo ocurre
en los sueños.
No pasó mucho tiempo cuando descubrí que estaba en una fina tienda y ante mi había un espejo.
Una de esas maravillas era yo.
¡No podía creerlo! ¡Esa no podía ser yo!"
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"Mi artesano entonces me dijo:
-Yo sé que sufriste al ser moldeada por mis manos, pero mira tu hermosa figura.
Sé que pasaste terribles calores, pero ahora observa tu sólida consistencia. Sé que sufriste con las raspadas y pulidas, pero mira
ahora la finura de tu presencia. Y la pintura te provocaba náuseas, pero contempla ahora tu hermosura.
-¿Y si te hubiera dejado
como estabas? Ahora eres una obra terminada, ¡lo que imaginé cuando te comencé a formar!"
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Querido hermano lector: eres una tacita en las manos del mejor alfarero: Dios. Confíate en Sus amorosas manos,
aunque muchas veces no comprendas porqué permite tu sufrimiento. Aguanta un poco más y serás el hijo que El soñó, para toda
la eternidad.
Eclesiástico 33:13
Como la arcilla del alfarero, así están los hombres -y todos sus caminos en Su voluntad- en la mano de su Hacedor.